No
hace tanto -unos cuatro años, más o menos- se decía que el sistema
financiero de España era uno de los más solventes, de todo el
mundo, y se decía que la economía de nuestro país estaba, nada más
y nada menos, que en la Champions League. El año pasado, tanto las
pruebas de resistencia, como los “stress test” a la banca
pusieron encima de la mesa una serie de resultados, que eran muy
positivos, para la mayor parte de las entidades españolas y que,
según las informaciones oficiales, nada hacía pensar en el negro
futuro que le esperaba a los establecimientos financieros. Pero, todo
eso se terminó, en el pasado mes de mayo, cuando uno de los grandes
bancos españoles, como es Bankia, tuvo que ser nacionalizado y, con
tan sólo unos días de diferencia, el sistema bancario español se
vio obligado a pedir ayuda a la Unión Europea, que tomó la decisión
de rescatarlo. La semana pasada se empezó a hablar de la posibilidad
de que se pudieran cerrar los bancos que puedan dar pérdidas y cada
nueva noticia, dentro del ámbito económico, es un sobresalto para
muchos ciudadanos, que ven un futuro incierto y están temiendo por
su dinero.
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